Cuando un árbol se va del patio familiar,
deja en pie un gran hueco de luz.
Para quien no compartió nada con él,
allí simplemente no hay nada.
En cambio, para los que se cobijaron a su sombra,
o compartieron su presencia, rica en recuerdos,
ese hueco de cielo abierto
se vuelve a hacer presente en cada amanecer.
Buscándolo, nuestros ojos tropiezan, quizá,
con una estrella lejana,
que se ha quedado en el cielo,
náufraga de la noche,
que ahora se ha vuelto día.
Nadie es reemplazado.
El misterio personal es irrepetible.
Pero, lo que uno supo entregar, eso perdura.
porque el hombre es fiel con sus amigos.
Cuando queremos retener
lo que está destinado a terminar,
nos impedimos acompañar lo que perdura.
Quien quiera retener la vida en esta etapa, la pierde.
Quien la sabe entregar, permite que viva para siempre.
VI CURSA PER LA VIDA
Hace 15 años
1 comentario:
Una poesia muy bonita.
Saludos
José
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